domingo, 8 de mayo de 2011

BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II Y LOS DÍAS SIGUIENTES

Pues sí, es conveniente tener en cuenta que vemos la realidad y las situaciones de manera diversa, y ello, evitando extremar nuestras posiciones, nos permite ampliar nuestra visión. Además, hace bien variar y perderle el temor a los cambios y a todo lo diferente. Intentémoslo con algo de lo que viene.

Por: Fr. Ósman Daniel Choque Aliága, OSA
01 al 07 de mayo 2011
Quisiera cambiar el tono y la rima de lo que se ha venido diciendo en el blog. Y decir lo que muchos no han podido, so pretexto de que este es un blog netamente espiritual. Todos tenemos el derecho de expresarnos de la manera que nos plazca; y yo quiero esta vez abusar de este derecho.
«Juan Pablo, hermano, permítame todavía una palabra de crítica fraterna al mismo Papa. Por más tradicionales que sean los títulos de “Santísimo Padre”, “Su Santidad”... –así como otros títulos eclesiásticos tales como “Eminentísimo”, “Excelentísimo”- resultan evidentemente poco evangélicos e incluso extravagantes humanamente hablando. “No se hagan llamar padres, o maestros”, dice el Señor. Igualmente sería más evangélico -y también más accesible a la sensibilidad actual- simplificar la indumentaria, los gestos, las distancias, dentro de nuestra Iglesia…»
El obispo emérito de São Félix do Araguaia, Pedro Casaldáliga, fue quien escribió este fragmento dentro de la carta que fue dirigida al Papa Juan Pablo II en 1986. No se puede cuestionar una beatificación, por muy apasionado y tentador que sea el mismo caso de hacerlo. Al fin y al cabo ya está beato. ¡Y Dios sabe más que la Iglesia la santidad de este hombre! Pero sí se puede dar una mirada, crítica o caritativa, a las multitudes de personas que, fervorosa y piadosamente, asistieron a este acto. La ciudad del Vaticano no se había llenado con tanta gente desde la muerte de nuestro actual beato. Ahora sin más la historia se repite; aunque si con la muerte hubo mucha asistencia, para la beatificación no iba a ser de otro modo. Pues, todos ponemos nuestro deseo último en ser miembros de la «Ciudad de Dios» y nuestra asistencia iba a ser el reflejo de tan profundo deseo que marca muchos aspectos de nuestra vida. Nosotros tuvimos la gran oportunidad, representando a cuantos de nuestras delegaciones, vicariatos y provincias hubiesen deseado estar aquí, de estar presentes en la celebración.



Un día hermoso. Parecía que Dios nos manifestó su alegría dándonos un hermoso día soleado. El calor quemada nuestra fatiga y la de todos los feligreses, peregrinos que desde las anchas del mundo decidieron manifestar su devoción a este acto, obligados a aceptar sin más y sin ningún «pero» las ofertas descabelladas y costosas de comida y alojamiento. La celebración de la beatificación fue presidida por el Papa Benedicto XVI, quien después de muchos siglos era un papa que beatificaba tan pronto a su antecesor. Muchos de nuestros hermanos estuvieron muy contentos al ser partícipes de este acto: la misa fue muy larga, a pesar de la multitud hubo momentos de silencio para meditar, la homilía fue extraordinaria.






Día martes terminamos la clase de Espiritualidad Mendicante. Así como no se puede ver el alma sino es por los actos y los hechos, esperemos que estas clases de espiritualidad mendicante se vean plasmadas en nuestras prácticas tanto personales como comunitarias. Si no se da el caso, ¿qué hacer? ¿Otro curso de espiritualidad en donde todo gire en torno a la espiritualidad mendicante? No me pidan a mí la respuesta, que tampoco la tengo. De todas maneras agradecemos la pasión, el entusiasmo y el optimismo del P. Luis Marín, quien martilleó nuestros oídos con la importancia de esta espiritualidad en nuestra Orden.

También nos reunimos el día 4 mayo, fiesta de santa Mónica. En casa tuvimos el almuerzo entre todos los hermanos: del colegio santa Mónica y de la Curia. Fue muy agradable el encuentro, nos situábamos entre todos para compartir saludos, alegrías, hacer agradable el momento y dejar una sonrisa en el hermano. Este encuentro se extendió más con el almuerzo, finalizando con el pastel: imaginando todos que santa Mónica estaba sentada alrededor de una mesa y nosotros cantábamos y le traíamos esta alegría en nombre suyo, pues era el día de su fiesta. La fiesta terminó con la celebración eucarística, para comulgar junto a ella de la Pascua.









El día viernes participamos del 121 aniversario de las Hermanas Agustinas Misioneras. Y no iba a ser de otro modo sin antes del almuerzo tener la Eucaristía entre los que participamos en el Curso y las hermanas agustinas. Cabe traer a la memoria la hermosa capilla ubicada en el piso 5 del edificio en donde ellas viven. Pasada esta celebración compartida entre hermanos y hermanas bajo el ideal agustiniano, decidimos romper con el ayuno y lanzarnos al almuerzo. ¡Muy sabroso! Muchas gracias a las cocineras que hicieron este almuerzo y de manera especial y grata a las Hermanas Agustinas Misioneras por esta loable iniciativa. La despedida fue muy triste. En especial, para algunos hermanos que tuvieron que ingeniárselas solos para volver a casa. ¡Ya pasaron tres días y no pueden olvidar este pequeño trauma!  ¿qué les sugerimos? ¿que aprendan italiano? ¿o que salgan más seguido de casa? Yo prefiero lo último.










El día sábado estuvimos en Ostia Antica junto a Fr. Delfio y el P. Brian de la comunidad de san Gimignano. Este último fue nuestro guía en nuestra peregrinación. Y debemos llamarlo peregrinación con toda propiedad, pues, a diferencia de un tours turístico ésta fue un seguir los pasos de san Agustín por este lugar, leyendo las confesiones y castigando a nuestra imaginación que logre y pueda, con todo su arsenal de ideas, imaginar todo cuanto veía. Por lo cual, desde mirar las piedras por las que posiblemente piso san Agustín hasta la casa en donde sucedió el «Éxtasis de Ostia». El construir ideas junto a la imaginación produce un extraño sentimiento. A lo mejor sea el Espíritu Agustiniano que toca a nuestra puerta. Terminada esta peregrinación, conocimos la Iglesia en donde, como bien han de saber, Ratzinger siendo cardenal, fue cardenal-obispo de Ostia en el 2002.










Terminaba la celebración eucarística en donde, trayendo a la mente y a nuestras plegarias, a Fr. Néstor y Fr. Patrick, quienes ese mismo día hicieron la Profesión Solemne de votos religiosos, encomendamos a Dios a todos los hermanos de nuestra Orden, y nos dirigimos al almuerzo. Después de partir el Pan Eucarístico partimos el pan fraternal.





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